Estudos Sociedade e Agricultura
vol. 27, n. 1, fevereiro a maio de 2019

 

 

 

Susana Herrero Olarte[1]

 

 

 

Comunidades aisladas y dispersas, comunidades en condición de marginación en Ecuador

 

 

 

Introducción

La marginación es la incapacidad del individuo para formar parte de los procesos de desarrollo en los que le gustaría participar para superar su condición de pobreza. El concepto cobra importancia al traducirse en una herramienta operativa que facilita la elaboración de políticas públicas para el desarrollo. Para el diseño de las estrategias a seguir es necesario saber qué le lleva al individuo a la marginación y cuáles son los “activos” o herramientas a los que no tiene acceso para mejorar su calidad de vida. Las causas de la marginación y los “activos” a los que las personas no tienen acceso deben ser pocos, medibles y comparables para poder generar modelos flexibles de desarrollo capaces de ser aplicadas en el mayor número de países y regiones y de retroalimentarse para la mejora con el mayor número de insumos posible.

En esta investigación se pretende identificar y caracterizar qué tipo de comunidad rural, en función de su ubicación y dispersión, genera marginación y señalar los “activos” a los que las personas que viven en esas comunidades no tienen acceso para superar la pobreza. Para poder generar estrategias marco más allá de la región en la que se desarrolla este estudio las comunidades deben tener en común características generales extrapolables a la mayoría de países y, de igual manera, limitar el acceso a los “activos” capaces de reducir la pobreza en cualquier lugar.

La ubicación de las comunidades se considera un factor de marginación por vivir lejos del centro urbano más cercano dificulta la venta de la producción agropecuaria, que se acaba vendiendo a los intermediarios, así como el acceso a la universidad o al empleo. Una distancia baja o moderada hasta la ciudad más cercana se considera un “activo” que permite mejorar los ingresos.

En cuanto a la densidad poblacional, se entiende como causa de marginación porque cuanto más dispersa es una comunidad menor será la inversión pública a nivel provincial y nacional porque revierte en menos votos en las siguientes elecciones. La inversión pública, condicionada por la dispersión en la comunidad, es por lo tanto un “activo” que posibilita el acceso a la salud, la educación, una vivienda digna, etc.

Tomando las dos consideraciones anteriores, pretende contrastarse la hipótesis de que las comunidades rurales en condición de aislamiento y dispersión son espacios que generan marginación. Por lo tanto las personas que viven en esas comunidades son más pobres.

Para contrastar la hipótesis se toman todas las parroquias de la provincia de Pichincha, en Ecuador, y se compara la pobreza de la provincia, de las parroquias rurales y de las parroquias en condición de aislamiento y dispersión. Mediante un modelo de regresión múltiple se estudia en qué medida la pobreza en la parroquia se explica por la distancia hasta el centro urbano más cercano y por su densidad población, así como en qué medida las dos variables influyen en los datos de pobreza.

El análisis descriptivo muestra cómo la pobreza en las comunidades aisladas y dispersas es 30 puntos mayor que en las rurales de la provincia y 40 mayor que respecto al total. El modelo de regresión muestra como el aislamiento y la dispersión son variables significativas que explican la pobreza en las parroquias de la provincia.

 

La marginación como causa de pobreza

El concepto de marginalidad se desarrolló durante las primeras décadas del siglo XX en el departamento de sociología de la Universidad de Chicago. Tenía como objetivo, en el marco del proceso de migración hacia los EEUU, el estudio de la relación de las minorías con el resto.

Los marginados eran los migrantes que no podía adaptarse al entorno y la cultura del país de destino, que formaban un grupo diferenciado (Thomas y Znaniecki, 1918). No tenían identidad propia, lo que les apartaba del resto y les convertía en personas marginales (Park, 1928). Podían incluso verse afectados los migrantes de segunda generación (Smith, 1934) que, sin reconocer como propia ni la cultura de origen ni la de destino, y diferenciados por la etnia o la religión, entraban en crisis y producían lo que Stonequist (1935) llamaba “conflictos culturales”. Lo que se había entendido hasta entonces como marginación pasaba a llamarse “marginación cultural” (Goldberg, 1941), que afectaba también a los nacionales por razones distintas de la etnia o la religión y más relacionadas con las clases sociales (Green, 1947), desligando a las minorías extranjeras de su relación con la marginalidad (Golovensky, 1951).

En América Latina el estudio de la marginación se enmarcó en las teorías para el desarrollo de la región del momento. Durante la década de los cincuenta las propuestas para el desarrollo seguían las ideas de la modernización de la escuela funcionalista estadounidense y el modelo desarrollista de la CEPAL, que tenían como objetivo acelerar el proceso de desarrollo para alcanzar a los países o regiones que lideraban el mundo (Bieischowsky, 1998).

Siguiendo las teorías para la modernización y el modelo desarrollista la marginación comenzó a tratarse desde la “teoría de la marginalidad” propuesta por sociólogos europeos exiliados a Latinoamérica, atraídos en su estudio por las condiciones de vida de los barrios periféricos de las ciudades creados por los migrantes desde el campo. Desde entonces la marginación en Latinoamérica se consideró un sinónimo de “pobreza urbana” a excepción de algún trabajo puntual como el de González (1965), que aplicaba el concepto al ámbito rural.

Para Germani (1962), italiano exiliado en Argentina, las zonas de las ciudades en las que se asentaban los campesinos no estaban preparadas para recibirles porque mantenían normas, valores y formas de funcionar arcaicas, lo que provocaba problemas de desorganización social que llevaban incluso a desajustes de la personalidad de los individuos. Para Medina (1963), español exiliado en México, la marginación podía superarse a través de la modernidad de las zonas a las que llegaban los migrantes y de las personas que llegaban desde el campo. Para lograrlo era necesario realizar un trabajo conjunto desde la economía, la política y la sociología. En la práctica era necesario reubicar en espacios dignos a los que acaban de llegar a la par que éstos se adaptaban a las normas de la ciudad, en aras de ir todos hacia la modernidad.

El centro para el Desarrollo Económico y Social de América Latina (DESAL) profundizaba desde la pastoral en las características de los marginales. Los definía por oposición a los que tenían una vida digna en las ciudades, como un ejemplo más de los históricos y naturales casos extremos latinoamericanos, casi como parte del destino de la región (DESAL, 1957). Diametralmente distintos del resto e incapaces de superarse por su resignación, apatía y desintegración interna, los marginados tenían en común su condición de “marginalidad activa” al no participar de forma contributiva a la sociedad global (Vekemans y Silva, 1959). Tampoco participaban de manera receptiva al no recibir los bienes y servicios que ofrecía el desarrollo. Vivían en casas insalubres, tenían bajos niveles de salud y educación, ingresos insuficientes y empleos inestables. No incidían en su vida para incidir en su realidad (Giusti, 1973), lo que limitaba su condición de ciudadanos y por ende su capacidad para realizarse como seres humanos (DESAL, 1969).

Al final de la década de los sesenta surgía en Brasil la “teoría de la dependencia”, que proponía una nueva estrategia para el desarrollo de la región. Sudamérica no lograba desarrollarse por las estructuras desiguales de funcionamiento y de oportunidades apuntaladas por un sistema político arcaico y burgués que eran a su vez el fruto de las relaciones internacionales desiguales, quedando la región en relación de dependencia con el exterior (Dos Santos, 1968; Cardoso y Faletto, 1971 y Frank y Gunder, 1973). 

La “teoría de la dependencia” y la redefinición mundial del concepto de pobreza[2] contribuyeron a la “teoría de la urbanización dependiente”, que reinterpretaba el concepto de marginación bajo las tesis marxistas desarrolladas por Weber (1964). El referente para el análisis fue el “Proyecto Marginalidad” del Consejo Nacional de Desarrollo argentino (Nun et al. 1968), que tenía su espejo en los movimientos artísticos y sindicalistas del momento (CGT, 1968) y el ejemplo práctico en la Revolución Cubana (Furtado, 1973). Ya no se pensaba en la marginación como en un efecto de la migración, sino como en el resultado del modelo capitalista, que incapaz de absorber toda la mano de obra disponible, la explotaba para justificar su existencia (Murmis, 1969) y presionar los salarios a la baja. Era preciso que existiera una intervención política capaz de modelar las estructuras de poder que daban lugar a la “masa marginal” rompiendo la subordinación al capital imperialista (Nun, 1969).

En la década de los setenta la idea de la “masa marginal” se derrocaba. Era necesario dejar de considerar “anormal” las diferencias entre Latinoamérica y los países avanzados y no culpar de las fallas en la región al capital extranjero. La “hiper urbanización” o “macrocefalia” debían considerarse parte de la realidad de la región para ser estudiadas y después superadas (Singer, 1968). Los grupos marginados no eran entes pasivos, a merced de lo que las estructuras naciones y supranacionales decidieran hacer. Podían desarrollarse por sí mismos, más allá de la intervención política propuesta bajo el enfoque de la “teoría de la urbanización dependiente”.

Era no obstante necesario conocer y valorar mejor la forma de vida de los grupos urbanos marginados, que ya se reconocían como grupos homogéneos y muy similares entre las ciudades de latinoamericanas (Hardoy et al., 1978; Germani, 1980). Según Lomniz (1975) los grupos que se entendían como marginales no eran tales, sino que estaban en un proceso de “integración atrofiada”. Las estructuras que se creaban para realizarse y funcionar debían entenderse como distintas de las generalmente aceptadas para el reconocimiento social y económico, pero no debían ignorarse, al potenciar su capacidad para superarse y subsistir. Para Pearlman (1977) en bastantes comunidades marginales existían fortalezas y valores, como la unidad entre vecinos, el alojamiento gratuito en casa de amigos y familiares, o el transporte organizado, que desmentían los estereotipos fijados de déficits, deficiencias, desorganización y patologías de todo tipo.

Durante los ochenta se reforzaba la propuesta del individuo como un ente activo. A modo de resumen, el seminario "La investigación urbana en América Latina: caminos recorridos y por recorrer" realizado en Quito en 1987 invitaba a la consideración de las capacidades y habilidades de las personas como individuos y comunidad (Carrión, 1991; Unda, 1991). Era necesario que los grupos marginados pusieran en valor lo que tenían y reinvirtieran en sí mismos, tratando de evitar una modernización innecesaria y poco eficaz. Todo dependía, no obstante, de las herramientas a las que tenían acceso para superar su condición de marginación, cuestión en la que profundizó ampliamente Sen (1982, 1984, 1990). Para Sen, una persona era pobre cuando no tenía el acceso a la titularidad sobre los bienes y servicios que le posibilitaría ejercer y desarrollar su vida en libertad y con todo su potencial si así lo quisiera, o cuando tenía la titularidad, pero no tenía el acceso al funcionamiento, es decir, cuando no podía ejercer la titularidad.

En la década de los noventa el concepto de marginación cobró una especial importancia al desarrollarse su definición y explorarse nuevos espacios para la práctica. En primer lugar, se reconfirmaba que las personas no eran marginales sino que estaban en condición de marginación por, por ejemplo, el lugar de nacimiento o de residencia. En segundo lugar, retomando el trabajo de Sen, se identificaban los resultados de estar en condición de marginación, que se resumían en la carencia de “activos”, entendiendo como tales las herramientas para poder superar la pobreza, lo que volvía a las personas “vulnerables”. Las personas en condición de marginación, por estarlo, no tenían acceso a los instrumentos para poder mejorar su calidad de vida. En tercer lugar, se reconsideraba la definición de marginación ahora bajo el prisma de la globalización, que ampliaba las causas de la marginación y buscaba un modelo de política pública para el desarrollo flexible y común entre países y regiones.

El primer espacio de análisis profundizaba en la causa de la marginación. Lo que conviertía a una persona en marginal era su relación con las estructuras generadoras de riqueza económica, política y social, de las que nunca fue parte (Geremek, 1991) o de las que dejó de serlo (Castel, 1998). En consecuencia era discriminado y/o utilizado, y no tenía acceso a derechos universalmente reconocidos (Minujin, 1998). En el ámbito urbano, vivían en zonas ilegales sin equipamientos urbanos y/o eran minorías raciales o mantenían conductas “desviadas” (Monreal, 1996). En el ámbito rural, a las características generales se le sumaba la desintegración funcional, que presentaba a los marginados como a seres desarticulados de sí mismos y de la sociedad, sin conciencia de clase y con una escala de valores que limitaba su desarrollo. (Arrieta y Tovar, 1994). Dicho de otra manera, en ciertos espacios la funcionalidad de los individuos sobre las titularidades, en el caso de tenerlas, era claramente menor, lo que implicaba tener menos oportunidades y libertades. Surgía de nuevo una tendencia que separaba la marginación del hombre como individuo y la relacionaba de manera directa con varios factores. Entre las características de los espacios que generaban marginación resultaba determinante su ubicación. En consecuencia, el lugar de nacimiento condicionaba las oportunidades (Paes de Barros et al., 2008), así como el acceso a los beneficios del desarrollo (Cortés, 2002) y las libertades (Kabeer, 2001).

El segundo espacio para el análisis, el de la “vulnerabilidad”, partía del estudio de los “activos” entendidos como los recursos económicos, humanos sociales o naturales que podía tener una persona para su desarrollo. Sherraden (1991) entendía que los pobres podían acumular y ahorrar activos, mientras Boshara y Sherraden (2004) consideraban que esos activos tenían efectos sociológicos, psicológicos y cívicos positivos independientemente de los ingresos. Estaban en condición de pobreza crónica y estructural aquéllos incapaces de aumentar sus activos para superarla (Barret y Carter, 2006).

Moser (1998), para el Banco Mundial, elaboró un asset vulnerability framework, que identificaba los riesgos y las amenazas así como la capacidad para resistir o recuperarse ante sus efectos negativos por los “activos” de los que dispone la persona, la familia y la comunidad. En la misma línea del Banco Mundial, un enfoque desarrollado en la última década por un grupo de investigadores de la CEPAL en Montevideo (Filgueira y Katzman 1999) permitía analizar a los hogares, tanto en su integralidad como en su particularidad, el funcionamiento de la “caja negra” al interior de los hogares, en el proceso de transformación de recursos en activos. La mirada integral del enfoque estaba dada a través de un concepto que denominaba “estructura de oportunidades” en la que se desenvuelven los hogares. El enfoque particular estaba centrado en cómo están afectados los hogares, con las variaciones de dicha estructura en el proceso de transformación de los recursos en ‘activos’ realizando un abordaje multidimensional a través de la aplicación del enfoque de Activos, Vulnerabilidad y Estructura de Oportunidades (en adelante AVEO).

Los activos a los que hacía referencia tanto el asset vulnerability framework (Banco Mundial) como el AVEO (CEPAL) se clasificaban, según Moser (2010), en cinco categorías de activos: capital físico, entendido como los recursos que podían generar nuevos recursos; capital financiero disponible, en forma de ahorro o crédito; capital natural, como la tierra, el petróleo, los bosques, los minerales, el agua, etc.; capital humano como el nivel de educación, salud o nutrición; y capital social, entendido como el conocimiento y la pertenencia a la forma de comportamiento generalmente aceptada.

La tercera línea de estudio giraba en torno a la influencia de la globalización en la marginalización bajo tres enfoques. El primero era lo que Bodemer (1998) llamaba la consideración pesimista de la influencia de la globalización, que recuperaba y mundializaba el concepto de exclusión en los 70.[3] Suponía que la mayor industrialización y tecnificación en los países de ingresos altos generaba mayores niveles de marginación en los países de ingreso medio y sobre todo bajo. El segundo enfoque llamaba la atención sobre el aumento de la influencia de los mecanismos para generar marginación (Nun, 1999) fruto del proceso de globalización, que podían movilizarse dado que las fronteras eran cada vez menores. Como resultado se creaban nuevos grupos de marginados, muy distintos entre sí que mutaban (Salvia, 2010) y se adaptaban al entorno del sistema según como éste les necesitara (Cingolani, 2009). El tercer enfoque entendía la globalización como una oportunidad para encontrar patrones comunes entre los grupos marginados del mundo para que generar modelos de desarrollo flexibles que pudieran adaptarse entre países y regiones (Herrero, 2016).

 

Caracterización de la marginación rural

El estudio de la marginación tiene un especial interés porque permite diseñar políticas que traten las causas de la pobreza para poder superarla, si bien es necesario acotar el espacio de actuación. Este trabajo se acota al ámbito rural porque son menos las estrategias para el desarrollo en el campo por parte de los titulares de obligaciones al ser más difícil diseñar y ejecutar políticas públicas considerando los criterios de viabilidad, eficiencia y sostenibilidad, así como por el poco rédito político. Además se registran peores tasas de desarrollo humano, lo que limita la actuación de los titulares de derechos como tales, que minimizan los resultados esperados.

Para el estudio de la marginalidad en el ámbito rural es necesario considerar los avances en tres espacios de análisis en torno a los que ha girado el estudio de la marginación en los últimos años, es decir, la aceptación de la “condición de marginación” que sustituye al de “persona marginal”; el estudio de los “activos” que impiden superar la marginación en el ámbito rural y la consideración de la globalización.

En cuanto al primer espacio de análisis resulta especialmente positivo alejar la idea de la marginación de la persona y relacionarla con el lugar de residencia porque permite a las autoridades generar políticas en función de las características físicas del espacio de la comunidad. Por ende, es necesario caracterizar los espacios físicos rurales generan marginación.

Al considerar la segunda dimensión de la marginación, en referencia a la tenencia de “activos”, es necesario identificar los espacios físicos rurales similares entre países que limitan el acceso a los mismos activos y que generan el mismo tipo de pobreza. Es necesario, no obstante, acudir a una definición de pobreza generalmente aceptada que sea coherente con el estudio de la marginación y contemporánea a su desarrollo.

En tanto a la tercera dimensión se entiende que, sobre todo por el proceso de globalización, si bien las causas de la marginación pueden ser muy distintas, es posible identificar grupos de espacios físicos similares que generan el mismo tipo de marginación. Estos grupos pueden ser parecidos en todos los países o en la región, lo que permitiría pensar en el diseño de políticas mundial o regional, que abarataría costes en el diseño y en la aplicación práctica.

Es preciso entonces identificar los espacios rurales con características comunes que generan marginación en varias regiones o países del mundo y por lo tanto pobreza. Es necesario entonces consensuar qué se entiende por pobreza.

Los primeros trabajos en el siglo XIX sentaron las bases del enfoque economicista de la pobreza, todavía vigente, que la relacionaban con los ingresos insuficientes para cubrir las necesidades básicas. A mediados del siglo XX, la categorización, el análisis y la clasificación de las necesidades humanas desde varias ciencias sociales[4] dieron lugar a un nuevo planteamiento de la pobreza por parte de los organismos de desarrollo que iba más allá de las variables cuantitativas para su valoración. La publicación de cada vez más estudios que desde la economía respaldaban las críticas al enfoque economicista de la pobreza[5] reforzaron la búsqueda de una definición que fuera más allá del dinero, capaz de incluir variables no monetarias o cualitativas como el acceso a la educación, a la salud o a una vivienda digna.

En la práctica el tratamiento multidimensional de la pobreza se tradujo en nuevos indicadores de referencia para medirla, entre los que destaca el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), presentado en 2010 por las NNUU y la Universidad de Oxdord el Oxford Poverty & Human Development Initiative (OPHI) que mide las carencias en al menos los espacios de la salud, la educación y la habitabilidad, utilizando en la práctica indicadores distintos en función de su disponibilidad (Alkire y Foster, 2007).

El IPM resulta especialmente adecuado para medir la pobreza como consecuencia de la marginación por su similitud al abordar las causas de la pobreza, lo que en ambos casos invita al diseño de estrategias para reducirla. En efecto, el IPM estudia las condiciones externas que llevan al individuo al estado de pobreza, se esfuerza para contribuir a la medición y la valoración de la pobreza a nivel global y regional y es muy flexible.

En la práctica el cálculo del IPM incluye variables monetarias y no monetarias aunque no siempre se utilizaban los mismos, en función de la disponibilidad. La medición se realiza multiplicando la tasa de pobreza multidimensional (TPM) por la intensidad de la pobreza (IP). La TPM se calcula como el porcentaje de la ciudadanía que cumple con tres de las ocho variables de pobreza. Si alcanza la mitad de los indicadores sería un pobre extremo. La IP se calcula ponderando los indicadores, dándole más importancia a unas privaciones que a otras.

Para identificar las comunidades que generan una mayor marginación es necesario conocer los “activos” a los que no tienen acceso las personas que viven en ciertas comunidades y que por lo tanto no les permiten mejorar ni sus ingresos ni las condiciones de salud, educación, vivienda, etc.

En tanto a las variables monetariasse estima que la condición de aislamiento, como ya mencionara Sebastian (2009) limitan el acceso al capital físico y financiero. A mayor distancia del centro urbano más difícil es encontrar trabajo para aumentar los ingresos o acceder al crédito para generar actividades productivas.

En cuanto a las variables no monetarias, se considera que lo que limita el acceso a los activos naturales y humanos es la falta de inversión pública, que se relaciona de manera directa con el nivel de dispersión de la comunidad. Se estima que cuanto mayor es la dispersión mayor es el coste por persona de la inversión en salud, educación y nutrición y menor el rédito político, por lo que menores serán las inversiones públicas y de menor envergadura.

La suma de las dos cuestiones anteriores invita a contrastar si se cumple la hipótesis de que las comunidades rurales en condición de aislamiento y dispersiónson espacios que generan marginación. Por lo tanto, en este tipo de comunidades se registran mayores niveles de pobreza.

 

Metodología

La investigación se desarrolla en las parroquias de la provincia de Pichincha. El concepto de parroquia se equipara en Ecuador al de comunidad al ser la división político-territorial en Ecuador de menor rango después de cantón y provincia. En la provincia de Pichincha hay ocho cantones y un total de 60 parroquias.

Para contrastar la hipótesis se realizan dos análisis. Un primer análisis descriptivo compara la tasa de pobreza multidimensional (TPM) en las parroquias marginales de la provincia de Pichincha, la TPM en las parroquias rurales y la tasa de toda la provincia. Un segundo análisis cuantitativo se apoya en la econometría para valorar si la dispersión y el aislamiento en cada parroquia, condiciones de marginación, explican la tasa de pobreza y, si es así, en qué medida influye cada variable. 

Para realizar el análisis descriptivo es necesario identificar las parroquias marginales, entendiendo como tales las parroquias rurales que están en condición de dispersión y aislamiento. Para considerar que una parroquia estaba en condición de dispersión, la densidad poblacional debía ser menor al promedio en el país.

Para definir las parroquias que están en condición de aislamiento se utilizó el programa Google Maps, que permite calcular en minutos cuánto tiempo se tarda desde el centro de cada parroquia hasta la cabecera cantonal a la que pertenece la parroquia y que se equipara a la idea de núcleo urbano.

Para calcular la pobreza multidimensional a nivel de parroquia en la provincia de Pichincha se utilizó la metodología propuesta por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) para el cálculo del Índice de la Pobreza Multidimensional (IPM), elaborado a partir del trabajo de Alkire y Foster (2007). Para el análisis de la pobreza de las parroquias de Quito se utilizó una base de datos distinta a la que utiliza el INEC que es la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (ENEMDU) de 2014. Como la base no permite descender más allá del cantón porque se pierde representatividad,[6] ha sido necesario acudir al último Censo de Población y Vivienda de 2010 (INEC, 2011).[7] De los diez indicadores que pueden utilizarse utilizando la ENEMDU pueden calcularse con el Censo ocho, lo que es un limitante dado que se compararán entre sí los datos parroquiales, calculados de la misma manera. En el Anexo 1 se recogen los indicadores utilizados en el presente trabajo con el Censo, así como las ponderaciones, y los utilizados para el análisis nacional del INEC con la ENEMDU.

La tasa de pobreza multidimensional (TPM) se calcula como el porcentaje de la ciudadanía que cumple con tres de los ocho indicadores de pobreza. Si alcanza la mitad de los indicadores la persona estaría en condición de pobreza extrema.

Resultados

Para poder acudir al análisis cualitativo y comparar la pobreza en las parroquias marginales, las parroquias rurales y el total es necesario identificar las parroquias marginales, es decir, las que presentan bajos niveles de densidad poblacional y están en condición de aislamiento.

La densidad promedio en el país es de 55,8 habitantes por kilómetro cuadrado. Bajo ese parámetro, el 25% de las parroquias está en condición de dispersión. A nivel nacional el porcentaje asciende al 35%.

En tanto a la condición de aislamiento se registran dos grupos diferenciados. En el primer grupo estarían las 11 parroquias que requieren entre 84 y 170 minutos, señaladas con un cuadrado verde. Son las parroquias en condición de aislamiento extremo. Al menos a 55 minutos de la cabecera cantonal hay 18 parroquias, que suponen el 30% del total, señalado con un cuadrado verde. Son las comunidades en condición de aislamiento.

Estaban en condición de dispersión y de aislamiento, es decir, en condición de marginación siete parroquias de la provincia de Pichincha, el 11% del total.

La tasa de pobreza multidimensional (TPM) en las parroquias marginales es del 70%, mientras en las parroquias rurales la TPM es del 41% y a nivel de la provincia es del 30%. El porcentaje de pobreza aumenta en casi 30 puntos al comparar el dato a nivel rural y en las parroquias marginales, mientras la diferencia es de 40 puntos al considerar el dato a nivel de la provincia.

 

Figura 1 – Porcentaje de personas pobres de las parroquias marginales, de las parroquias de Pichincha y del Ecuador

Fuente: Elaboración propia.

 

 

 

En tanto al análisis econométrico, para valorar en qué medida las variables de distancia entre cada parroquia y la cabecera cantonal y densidad poblacional generan o no marginalidad, y por lo tanto pobreza, se ha realizado una regresión considerando como variable dependiente la tasa de pobreza y como variables independientes la distancia entre cada parroquia y la cabecera cantonal y la densidad poblacional. Los resultados de la regresión se presentan en la siguiente figura. Los signos de los coeficientes son los esperados. Si aumenta la densidad poblacional desciende la pobreza y si es menor el tiempo desde la parroquia hasta cabecera cantonal también se reduce la pobreza. Ambas variables son significativas. En conjunto, son capaces de explicar el 25% de la pobreza.

 

Figura 2 – Resultados de la regresión de las variables independientes de la condición de marginalidad y la tasa de pobreza

Fuente: Elaboración propia.

 

Se realizaron las necesarias pruebas de robustez para validar el modelo. Para analizar la correcta especificación del modelo, se utilizó el contraste RESET de Ramsey siendo la hipótesis nula la no omisión de variables, la cual no se puede rechazar a un nivel de significancia razonable, por lo que se concluye que combinaciones no lineales de las variables independientes no explicarían la variable dependiente. Con el objetivo de comprobar que la varianza de los términos de perturbación sea constante, se utilizó el test de Breusch-Pagan que arrojó un resultado que permite no rechazar la hipótesis nula de que existe homocedasticidad a cualquier nivel de significancia razonable. Por otro lado, para comprobar el supuesto de que las variables explicativas deben ser linealmente independientes se utilizó la prueba Variance Inflation Factor (VIF), que permite concluir que no existe multicolinealidad.  Finalmente, para testear la distribución normal de los errores se hizo uso de la prueba de Shapiro-Wilk, a un nivel de significancia razonable esta prueba reflejó que no se puede rechazar la hipótesis nula, denotando que los errores si se encuentran distribuidos normalmente.  

La prueba para profundizar en el efecto de las dos variables independientes sobre la pobreza, cuyos resultados se presentan en la siguiente figura, muestran cómo, si bien la diferencia no es significativa, el impacto del tiempo hasta la cabecera cantonal sobre la pobreza es mayor. Si aumenta la densidad poblacional en un 1% la pobreza retrocede en un 0,5%. Si el tiempo para llegar desde la parroquia hasta la cabecera cantonal desciende un 1%, la pobreza cae un 0,8%.

 

Conclusiones

Para reducir los niveles de marginalidad en el campo es necesario definir estrategias distintas en función de la falta en común de “activos” o herramientas de las personas que viven en las comunidades rurales para mejorar su calidad de vida.

Los “activos” identificados en este artículo son el tiempo para llegar desde la comunidad hasta el núcleo urbano más cercano y la densidad poblacional, aunque en menor medida. Para los habitantes de una comunidad, contra más tiempo les cueste llegar a la ciudad más próxima y mayor sea su dispersión más difícil es que puedan participar de los procesos de desarrollo de los que les gustaría formar parte, es decir, mayor es su condición de marginación.

Para las comunidades que están más alejadas en tiempo dela ciudad es más difícil sacar la producción agropecuaria fuera de la comunidad, que acaba vendiéndose a los intermediarios. Es más difícil, además, encontrar trabajo o acudir a la universidad.

Por otro lado, se relaciona de manera directa la densidad poblacional con la inversión pública. Contra mayor sea la población por kilómetro cuadrado mayor será la inversión local porque resulta más eficiente en término de votos. Es decir, la inversión de un hospital en una comunidad con una alta densidad poblacional se espera que genere más votos en el futuro que la inversión en un pueblo con menos usuarios potenciales. Cuanto menor sea la inversión pública se espera que mayor sea la pobreza, sobre todo al verse afectadas las variables no monetarias como el acceso a la salud, a la educación, etc.

La mejora del transporte de las comunidades en condición de aislamiento y dispersión mejoraría el acceso para la venta de la producción, trabajar o a centros de formación superiores. Además, permitiría el acceso a los servicios públicos a los que no pueden acudir en su comunidad.

La “movilidad” es entonces un “activo” que posibilitaría a las familias que viven en las comunidades en condición de asilamiento y dispersión reducir la pobreza y mejorar su calidad de vida.

 

Tabla 1 – Variables para calcular el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) por parroquias en Quito y por cantón a nivel nacional

Dimensión

Carencias

Definición de la carencia

Ponderación INEC (Nacional)

Ponderación a partir del CENSO (Parroquias)

Educación

25%

Inasistencia a educación básica y bachillerato

Niños y niñas entre 5 a 14 años que no asisten a un centro de educación básica y también los jóvenes entre 15 a 17 años que no asisten al bachillerato

33%

50%

No acceso a educación superior por razones económicas

Jóvenes entre 18 y 29 años que habiendo terminado el bachillerato, no pueden acceder a un centro de educación superior de tercer nivel debido a la falta de recursos económicos

33%

-

Logro educativo incompleto

Personas entre 18 a 64 años, que no hayan terminado la educación básica, es decir, que tengan menos de 10 años de escolaridad y que no asistan a un centro de educación formal

33%

50%

Trabajo y seguridad social

25%

Empleo infantil y adolescente

Niños y niñas entre 5 a 14 años que estén ocupados en la semana de referencia se identifican como privados al considerarse prohibido el trabajo infantil. Para los adolescentes entre 15 a 17 años, se los considera privados al derecho al trabajo si, estando ocupados en la semana de referencia cumplen una de las siguientes condiciones: recibieron una remuneración inferior al Salario Básico Unificado, no asisten a clases o trabajaron más de 30 horas

33%

33%

Desempleo o empleo inadecuado

Personas de 18 años o más, que en el período de referencia, estuvieron desocupadas. Adicionalmente, se consideran privadas las personas ocupadas que tienen un empleo inadecuado

33%

33%

No contribución al sistema de pensiones

Personas ocupadas de 15 años o más, que no aportan a ningún tipo de seguridad social; excluyendo de la privación a personas ocupadas de 65 años y más, que no aportan, pero reciben pensión por jubilación. Para personas en condición de desempleo o económicamente inactivas, de 65 años o más, se las considera en privación si no reciben pensión por jubilación, Bono de Desarrollo Humano o Bono Joaquín Gallegos Lara

33%

33%

Salud, agua y alimentación

25%

Sin servicio de agua por red pública

Miembros de las viviendas que obtienen el agua por un medio distinto al de la red pública

50%

100%

Pobreza extrema por ingresos

Personas cuyo ingreso per cápita familiar es inferior al de la línea de pobreza extrema

50%

-

Hábitat, vivienda y ambiente sano

25%

Hacinamiento

Miembros de viviendas que tienen más de tres personas por dormitorio exclusivo para dormir

25%

25%

Déficit habitacional

Personas cuya vivienda, debido a los materiales o estado de sus paredes, piso y techo, son consideradas en déficit cualitativo o cuantitativo

25%

25%

Sin saneamiento de excretas

Personas del área urbana cuya vivienda no cuenta con servicio higiénico conectado a alcantarillado. En el área rural, las personas privadas son aquellas cuya vivienda no cuenta con alcantarillado o pozo séptico

25%

25%

Sin servicio de recolección de basura

Personas que habitan en viviendas que no tienen acceso al servicio municipal de recolección de basura, se clasifican como privadas en este indicador

25%

25%

 

Fuente: La ponderación a nivel nacional con datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) es del INEC (2016) mientras la ponderación a nivel de parroquia es elaboración propia.

 

 

 

Referencias bibliográficas

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Resumen: (Comunidades aisladas y dispersas, comunidades en condición de marginación en Ecuador). El concepto de marginación permite conocer cuáles son los “activos” o herramientas cuyo acceso condiciona el que puedan superar su condición de pobreza. En este artículo se pretende comprobar si en el ámbito rural la distancia al centro urbano más cercano y la densidad poblacional pueden ser “activos” que condicionen la pobreza. Para ello se realiza un análisis descriptivo que muestra cómo la pobreza en las parroquias más alejadas del centro urbano más cercano y menos densas es casi 30 puntos mayor a la pobreza rural y 40 puntos al total provincial. El análisis cuantitativo, realizado mediante un modelo de regresión, muestra cómo la distancia hasta la ciudad y la densidad población son significativas y explicativas. El estudio se realiza en las parroquias de la provincia de Pichincha, Ecuador.

Palabras clave: marginación; activos; pobreza crónica; Ecuador.

 

Abstract: (Isolated and dispersed communities, communities in condition of marginalization in Ecuador). The concept of marginalization allows knowing the "assets" or tools whose access determines the ability to move out of poverty. In this article an attempt is made to verify whether in a rural area the distance to the nearest urban center and the population density are "assets" that determine poverty. A descriptive analysis shows how poverty in the communities farthest removed from the nearest urban center and less dense is almost 30 points greater than overall rural poverty and 40 points greater than that of the provincial total. Quantitative analysis through regression models shows how both the distance to the city and the population density are significant and explanatory of poverty. The study was carried out in the communities of the province of Pichincha, Ecuador.

Keywords: marginalization; assets; chronic poverty; Ecuador.

 

 

 

Recebido em setembro de 2018.

Aceito em dezembro de 2018.



[1] Doctorado en Economía Aplicada, directora del Centro de Investigaciones Económicas y Empresariales (CIEE) de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales (FACEA) de la Universidad de las Américas (UDLA), Quito, Ecuador e catedrática de grado en Sudamérica (macro economía) y de postgrado en Europa (economía del desarrollo e historia económica).

 E-mail: olartesusana@hotmail.com.

[2] Las NNUU (Naciones Unidas) y el inglés IDS (Institute of Development Studies) definieron públicamente la pobreza como el estado de las necesidades no cubiertas, alejándose de la relación exclusiva con los ingresos (Seers, 1969 y Drewnowski y Scott, 1966). El paquistaní Haq, economista en jefe del Banco Mundial y compañero desde Cambridge de Sen, consideraba que la pobreza era una cuestión de tener más o menos oportunidades para poder satisfacer sus necesidades (Jameson, 1980). Las oportunidades se convirtieron, tal y como ya había señalado primero Bauer (1957) y defendido después Streteen (1984) en la cuestión central e indiscutible para el análisis de la pobreza en adelante.

[3] Durante la década de los setenta surgieron en los países de renta alta nuevos grupos de pobreza fruto del debilitamiento del sistema de protección social y de la flexibilización del mercado de trabajo (Arriva, 2002) que Lenoir (1975) llamó excluidos. Eran los que no tenían acceso, de manera permanente, a las instituciones que suministraban y aseguraban antes los bienes y servicios más básicos, lo que condiciona sus oportunidades en el futuro.

[4] Desde el psicoanálisis y la psicología humanista, Fromm (1941) y Maslow (1943) posicionaron al individuo en el epicentro del análisis para estudiar su relación con su entorno y definir y clasificar sus necesidades. Stouffer et al. (1949), y Davis (1959), desde la sociología, profundizaron en los cambios en la percepción de la privación de un individuo respecto al grupo, lo que convertía las necesidades en una cuestión heterogénea y dinámica. Desde la filosofía, Marcuse (1964) revisó el trabajo de Marx y valoró y priorizó las necesidades fundamentales para la humanidad incluyendo cuestiones sociales, laborales y económicas.

[5] Morawetz (1977) relacionaba débilmente al PIB per cápita con las necesidades básicas, cuantificando el vínculo con un R2 de 0,11 (Morawetz et al., 1979). Hicks y Streeten (1979), economistas del Banco Mundial, mostraban cómo el aumento en la esperanza de vida llegaba a declinar al alcanzar cierto nivel de ingresos. Hicks (1979), si bien relacionaba el crecimiento del PIB y la mejora en las necesidades básicas, no podía concluir cuál era la causa de la otra.

[6] La pérdida de representatividad es lo que ha evitado el uso del Índice de Necesidades Básicas que sí está por parroquia, pero que se basa tanto en el Censo como en la ENEMDU.

[7] Se han unificado las bases del censo de vivienda, hogar, emigración y población para no duplicar registros y considerar únicamente los datos de viviendas con su correspondencia en hogares y población.